Cuando las primeras pantallas mostraron la mirada cinematográfica de los pioneros del séptimo arte, la ópera llevaba ya tres siglos de andadura. Es posible que el arte de masas en que se convirtió el cine desplazara el centro de interés de un público que, antes de 1896, tenía en la ópera uno de sus divertimentos más exponenciales. Pero aun así, el cine contó con argumentos, cantantes o clichés operísticos, modelo que llega hasta nuestros días. El " biopic " , la ambientación musical de época o, claro está, la ópera filmada, marcan algunos de los puntos de convergencia de esas dos «obras de arte total» (por decirlo en términos wagnerianos) fusionadas en una sola.
Pero este libro se propone reflexionar acerca de las relaciones entre la ópera y las pantallas no cinematográficas: la televisión, el vídeo, el DVD, el BluRay; las transmisiones en directo en salas de cine, en los ordenadores domésticos o en las redes sociales que se consumen a diario. Estos son algunos de los soportes o medios que sustentan la vigencia y el consumo de la ópera, más de cuatrocientos años después de su surgimiento a finales de la era renacentista.