Muchos identifican a Gloria Swanson (1899-1983) con el papel que interpretó en El crepúsculo de los dioses, donde encarnaba a una trasnochada gloria de cine mudo. Nada más lejos de la nostálgica Norma Desmond que la actriz que le dio vida en la pantalla. Apenas con quince años Swanson entró en el mundo del cine y no tardó en convertirse en una estrella, un verdadero icono que levantaba pasiones y daba ganancias millonarias a los productores. Perfeccionista y amante de los retos, logró franquear la difícil transición al cine sonoro que se cobró tantas bajas entre los actores de su tiempo, pero su talento y su creatividad le permitieron brillar, asimismo, en el teatro. También fue una auténtica pionera en facetas más sorprendentes, como el diseño de ropa femenina, la medicina natural o la alimentación macrobiótica. El glamour de sus primeros años no se extinguió nunca; quien trabajara con Sennet y Chaplin, con DeMille y Von Stroheim, décadas más tarde seguía rompiendo cuotas de audiencia en los shows televisivos, aparecía en Aeropuerto 75 o acudía a las fiestas de Studio 54 con Andy Warhol. Mujer apasionada y vital, con luces y sombras en el plano mas íntimo, nadie como ella para poner en labios de Norma Desmond la frase: «Yo sigo siendo grande; es el cine el que se ha quedado pequeño.»