Los relatos de Algas rojas muestran una especial predilección por las líneas de sombra de la existencia, por las pasiones oscuras e irredentas, por los protagonistas trágicos y a menudo crípticos. Siempre hay algo de ellos, una desazón esencial, que parece escapar a nuestra comprensión.
Las narraciones de Lourdes Iglesias son retorcidas, turbadoras, de una belleza malsana: sus personajes son seres torturados y melancólicos (hay otros implacables y crueles), sumidos en un desamparo inexpresable. Lo convulso, las experiencias iniciáticas, la violencia física y emocional, la locura, la perversión, el deseo. Todo aquello que conforma la negra poesía del vivir, con su carga de dolores necesarios e innecesarios, es materia prima de Algas rojas.