Viven en medio del desierto, en lo más profundo de la tundra, en un pueblo perdido en la sabana o en la remota ladera de una montaña. Sus padres no tienen dinero y los necesitan para trabajar en las labores de la casa. Por si fuera poco, el camino que lleva a la escuela es largo y peligroso.
Y sin embargo, hay miles de niños en todo el mundo que todos los días recorren decenas de kilómetros para poder asistir a clase, y lo hacen a pesar de las adversidades, de las inclemencias del tiempo o de una geografía desalentadora, pero con un único objetivo en mente: el futuro.
«Quiero ser médico y ayudar a caminar a los niños como yo», dice Samuel, desde la India. «Cuando sea mayor quiero vivir donde he nacido», asegura Carlitos, en Argentina. «Es necesario que todas las niñas como yo que viven en los pueblos aislados puedan seguir yendo al colegio y hacer realidad sus sueños», dice Zahira, en Marruecos.
Por su determinación, por su coraje y su voluntad para construirse una nueva vida, estos pequeños héroes de entre diez y trece años son algo más que extraordinarios.
Son una lección de vida y esperanza.