A medio camino entre la novela de misterio y la novela
de horror, El fantasma de la Ópera se adentra en el fascinante
mundo de los escenarios para extraer su inspiración de los misterios
que se ocultan tras los telones y entre bambalinas. En ese mundo encontró
Gaston
Leroux el espacio, los artificios y los personajes de la gran tradición
gótica: un edificio de la Ópera imposible (pasillos húmedos
que desembocan en trampas mortales, un lago subterráneo...), un
ser tenebroso, atormentado por su extrema deformidad y por su fealdad,
pero apasionado por la música y enamorado hasta el límite
de la belleza, encarnada en una joven cantante de ópera. Es el patetismo
de este personaje lo que ha situado El fantasma de la Ópera
entre los grandes mitos de la novela gótica -o de terror-. Monstruo
de feria desde su nacimiento, aborrecido por sus padres, el «fantasma»
ha sido condenado desde el principio... Y desde su nacimiento legendario
y su pasado de inventor de trampas y mazmorras más allá de
los confines del mundo civilizado, hasta su vida diaria en los infiernos
de la Ópera, este ser de las tinieblas -hermano de los desheredados
de Victor Hugo o de
los personajes errabundos de Sue- tiene de su parte la compasión
del novelista y del lector.