«En realidad, también podría no haber escrito. Bien pensado, no es una obligación. Desde que se acabó la
guerra, he sido un hombre discreto; gracias a Dios, nunca he necesitado, como mis ex colegas, escribir mis memorias
para justificarme, porque no tengo nada que justificar; ni tampoco con intenciones lucrativas, porque me gano la vida
bastante bien con lo que hago. [...] No estoy arrepentido de nada; hice el trabajo que tenía que hacer, y ya está; en
cuanto a mis asuntos familiares, que a lo mejor cuento también, sólo me importan a mí y, en lo que refiere a lo demás,
hacia el final, es muy posible que me haya excedido, pero es que estaba ya un tanto fuera de mis casillas, flaqueaba y,
encima, a mi alrededor el mundo entero se venía abajo; admitid que no fui el único que perdió la cabeza. [...] Pese a
mis fallos, que han sido muchos, no he dejado de ser de esos que opinan que las únicas cosas indispensables para la
existencia humana son respirar, comer, beber, defecar y buscar la verdad. El resto es facultativo».