La noche sin memoria dibuja como escenario una población pesquera y turística rodeada de campos, próxima a una gran ciudad de la que van y vienen todo tipo de elementos y personajes, junto a los efluvios de la petroquímica, los trenes y los taxis; ciudad de la que se nos muestra el contraste entre núcleos urbanos satisfechos y una periferia anémica.
Se trata de una historia coral protagonizada por un novelista politoxicómano que regresa a su puerto natal, donde revive sus propios orígenes ya lejanos en el tiempo e irreverentes en conducta. Allí, sintiéndose realizado en lo profesional y habiendo hecho siempre uso de la ficción como elemento narrativo, decide investigar un suceso real, acaecido en el lugar veinte años atrás, la desaparición repentina y sin rastro de dos personas: una mujer rusa y un vecino del pueblo.
A través del afán narrativo e inmerso en un paisaje marino, el protagonista irá entrevistándose con diferentes personajes que han sobrevivido de manera desigual al paso del tiempo. Con unas fotografías como punto de partida tratará de hilvanar la verdad mediante la información tangible y veraz que vaya obteniendo, sin poder evitar mezclarla con el presentimiento que aparece en él como un devaneo entre recuerdos, sumados a los efectos de las drogas y el alcohol.
Jordi Ledesma realiza un magnífico ejercicio estructural que hace convivir tres tiempos narrativos y en el que mezcla hechos reales y probados con ficción criminal, y nos transporta una vez más a sus universos de calle canalla e impacto social, a sus mundos surtidos de droga, de vicio inconformista y de gente al límite. Todo ello, sin descuidar lo más mínimo el registro estilístico y personal de su prosa.