El rey tenía una pena como una nube negra, que no lo dejaba pensar. Y, si uno no piensa, todo sale mal: las carreteras se tuercen, los puentes se caen, los barcos pierden sus mercancías.?Los secretarios llegaban a palacio, un día sí y otro también, con sus carteras llenas de problemas; pero, de la cabeza del rey, no salía nada de nada.
Una historia que desborda optimismo por los cuatro costados y que nos enseña a valorar la cocina, no solo como base de nuestra cultura, si no como parte de nuestra vida, de nuestras emociones y recuerdos.