Hace dos años e inspirado por los consejos de dos grandes poetas y amigos suyos, Luis Alberto de Cuenca y Alejandro Jodorowsky, Diego Moldes decidió escribir un breve poema cada día en un pequeño cuaderno de tapas negras. La idea era escribir sin pensar en publicar, sin pensar siquiera en que fuesen leídos, incluso conservados.
Sus poemas, en palabras del autor, «participan del simbolismo y la mitología, y buscan una tensión formal entre el intelectual agnóstico que soy y la espiritualidad oriental - de raigambre hinduista y budista zen- que mi-otro-yo-poeta querría ser».
Y así queda reflejado en cada poema: leerlos es como viajar a la India, o a la antigua Grecia, pero también al interior del propio autor. Ni un día sín poesía es un pequeño cuaderno escrito alrededor de diferentes ciudades europeas convertido en todo un libro.