* Reportaje fotográfico realizado en Honduras y Guatemala, donde existen cientos de comunidades indígenas y campesinas que se plantan en sus territorios frente a poderosos intereses y consiguen en muchos casos protegerlos.
* La vida se expresa a través de estas personas y comunidades diversas y amenazadas que, contra todo pronóstico, lo arriesgan todo tratando de convertir en oxígeno socialmente respirable la atmósfera tóxica del extractivismo.
* Rostros y voces que nos llegan desde Centroamérica y que plantean la necesidad de cuestionar el modelo de crecimiento ilimitado del consumo material como base del bienestar. Su mensaje nos advierte de que, al agotar los bienes naturales y la biodiversidad de estos territorios, socavamos las mismas bases de nuestra propia supervivencia.
Miles de familias en Centroamérica se ven abocadas a un éxodo de alto riesgo: más de tres millones y medio han logrado sortear los muros de Estados Unidos y ochocientas mil han solicitado asilo en Europa -a las que se suman otros centenares de miles de rechazadas o invisibilizadas-. Situaciones insostenibles especialmente para las mujeres, blanco de todas las formas de violencia patriarcal, con los más altos índices de feminicidios e impunidad en el mundo. De hecho, las mujeres desempeñan un papel cualitativamente decisivo en las resistencias y se hacen valer frente a todo tipo de hostigamientos patriarcales.
Las comunidades definen sus proyectos de vida, basados tanto en las cosmovisiones ancestrales herederas de sus matrices culturales originarias, como en conceptos y prácticas acuñadas por movimientos sociales de las últimas décadas, como la soberanía alimentaria, la agroecología, la economía social, la autogestión territorial o los feminismos. Tal como dicen, "somos la naturaleza que se defiende...". Y que defiende a toda la humanidad, habría que añadir.