Al sultán le gustaba mucho el queso. Tenía habitaciones llenas de quesos de todas partes; pero el palacio se llenó de ratones que se comían el queso del sultán, y los consejeros tuvieron que buscar una solución: Para echar a los ratones, mandaron traer gatos; para echar a los gatos, traer perros; para echar a los perros, traer leones; para echar a los leones, traer elefantes; para echar a los elefantes, traer ratones y así hasta nunca acabar.
Este cuento, de origen árabe, encadena una serie de sucesos disparatados que son tratados con mucho humor.