Parece ser que la capacidad de la escuela para desarrollar un liderazgo pedagógico eficaz se encuentra con serias limitaciones. Además, la actual dirección educativa, que tiene mucho que decir y pocas oportunidades para expresarse, se enfrenta a un escenario en el que los resultados educativos son deprimentes, y donde, al mismo tiempo, las administraciones competentes desarrollan una labor que antepone intereses políticos y burocráticos por encima de intereses realmente educativos. Encontrar el camino hacia lo que realmente significa enseñar y aprender en un mundo globalizado, estimula la búsqueda de un liderazgo pedagógico eficaz que lo haga posible a través del desarrollo del verdadero potencial humano. La necesidad de fortalecer y desarrollar las cualidades de la dirección escolar y el liderazgo educativo, nos permite indagar en el terreno de la ética, cuya capacidad de retomar el concepto de virtud a modo de antídoto contra el egoísmo individual y el reconocimiento de la alteridad, sirve para situar el modelo de dirección educativa actual ante un nuevo desafío. Y es que el liderazgo pedagógico tiene posibilidades de éxito cuando somos capaces de reconocer que llevamos décadas apartados de lo que verdaderamente importa: las personas.