¿A qué nos referimos con intersexualidad? ¿Hablamos de diagnósticos médicos, de cuerpos, de identidades, de subjetividades o de políticas? ¿Son personas intersexuales las que en algún momento han sido etiquetadas con el nombre de alguna “anomalía”, “síndrome” o “diferencia” en su desarrollo sexual? ¿Son aquellas cuyas características sexuales a nivel genético, hormonal, gonadal o genital no encajan en esquemas binarios? ¿O las que fueron intervenidas quirúrgicamente para que sus cuerpos se ajustaran a los estándares femeninos o masculinos? Pues podrían ser todas ellas, pero también ninguna de ellas.
En dos décadas, hemos pasado de que este fuera un asunto invisible, confinado al ámbito médico, a que en la actualidad se haya convertido en una cuestión emergente a nivel mediático, político y legislativo. Sin embargo, la visibilidad ha tenido algún que otro efecto colateral: hoy la desinformación sobre el tema y la polarización de posiciones sigue creciendo. Por ello, al igual que la naturaleza no entiende de tallas únicas ni de dicotomías teñidas de rosa y azul, este ensayo propone abandonar respuestas simplistas, titulares sensacionalistas y falsos dualismos.